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Mi nueva vocación: la jardinería

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Estos días estoy en la playa con mi madre y no encuentro muchas actividades a desarrollar ( el mar me da asco, la piscina más y el ser humano, en un grado extremo ). Hoy por la mañana me he levantado creativa y he decidido emplear mi tiempo y mi cuantioso talento en algo un poco más gratificante que estar todo el día en el sofá. Primero he observado por la ventana como unos turistas alemanes portadores de lorzas chapoteaban en la piscina . Después he probado a encender una vela de lavanda -no retengáis este dato, es inútil- con un mechero que no funcionaba; mi madre no me ha dejado arrojarlo a la basura por la belleza que le atribuye al mismo. Por último, y esta ha sido la tarea que he desempeñado con mayor entusiasmo, he decidido arrancar los hierbajos de la terraza porque su altura era tal que temía que apareciese Jumanji. Nuestro apartamento es muy pequeño y todo este frenesí matutino ha desesperado a mi madre, quien ha exclamado: "Te prefiero cuando estás deprimi

Love of Barcelonian

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El otro día -así, sin concretar porque esto es periodismo fino- fui a Barcelona a pasar el día. El motivo era una entrevista a Santi Balmes -el pavo que canta en Love of Lesbian , un zagal muy majo- y lo suyo sería que os contara eso, pero hay un problema al respecto y es que no me viene dando la gana. Así que en su lugar os voy a contar varias tonterías que me acontecieron a lo largo de la jornada: - Mi floreciente amistad con la señora Stussi Estaba sentada en un banco de la plaza Cataluña mirando a las palomas -cosa que hice durante 4 horas, mis viajes son un carrusel de emociones- sin ninguna actividad física ni mental (yo pensar, lo justico...). Permanecía ajena al mundo y le mandaba mensajes a Laura comentando lo mal de la cabeza que estaremos en 20 años, cuando un matrimonio de unos 50 se sentó en el banco vecino. Le daban vueltas a un mapa como si pretendiesen marearlo hasta que el pobre diablo vomitara. Entonces la mujer exclamó algo en un idioma raro (que en una libre

Atrapada a dos metros de mi madriguera

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Hoy he quedado con mi amiga Laura -gran persona y mejor cronista sobre la tercera edad- para merendar (qué sentido tendría quedar si no es para ponernos cual Homer ¡y de beber almóndigas!) y hemos debatido sobre la ardua tarea de esquivar procesiones. Merienda con Laura Respeto las creencias de todos y me parece muy bien que cada uno sea fan de lo que sea (siempre que entiendan que Amaral está por encima, por supuesto). Pero cuando yo estoy desarrollando mis hobbies no molesto al resto de conciudadanos, así que ¡¿por qué demonios tengo que ir esquivando procesiones y feligreses para llegar a mi hogar?! No es justo que porque a un puñadico de personas les haya dado por disfrazarse de cucuruchos multicolor , Laura no pueda cruzar el Ebro; esto último por cierto, es una jota popular: Me lo impide la arboledaaa, no puedo pasaaar el Ebroooo. Maldita sea Carmen París, yo ya era lo suficientemente friki como para ahora además tener la capacidad de citar jota s... Anoche

Crítica culinaria: chocolate de palomitas

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Cuando el otro día en uno de mis apasionantes viajes al supermercado -amo los supermercados, todos, voy por vicio, siempre que viajo intento conocer algún Mercadona nuevo - descubrí que Lindt, maestros chocolateros suizos desde que se inventaron el eslogan, había sacado una tableta de chocolate con palomitas. Se enmarca dentro de su línea "Hello, my name is..." (ignoro a qué simio le asignaron la tarea de pensar ese nombre) y se llama "Sweet PopCorn". Mi mano mientras esperaba en la cola del super. Como veréis, no me la jugué con una tableta grande, soy tonta pero no Messi. Si alguien quiere contactar conmigo para que haga de modelo de manos o de dedos rechonchos, escucho ofertas.   Fui la persona más feliz de los mundos (de este y de todos los que puedan inventar las pelis, las religiones y los anuncios de compresas). Mis dos grandes amores unidos en uno. Por un lado, el chocolate corre por mis venas en mayor cantidad y espesor que la sangre. Y por el otro,

De cómo no deberían dejar a cualquiera conducir un paraguas

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Hace un par de años una prima le regaló a mi madre por su cumpleaños un paraguas antiviento (en mi familia somos todos muy espléndidos…). Se trata de un paraguas un poco más resistente: una mierda como regalo, un lujo como arma contra la lluvia.  Hoy llovía. Aún así, tengo la necesidad vital de pasar todo el día dando vueltas por la calle. Si estoy parada siento que engordo y envejezco por momentos. Llámalo hiperactividad, llámalo imbecilidad.  He decidido dar un paseo y mi padre se ha ofrecido a acompañarme. Ingenua de mí, he aceptado. Mi madre, muy solícita, nos ha ofrecido al “Antiviento” porque es más recio que el resto de nuestros paraguas de los chinos. Así que nos lo hemos llevado. Bueno, me lo he llevado: mi padre es un señor de maneras un tanto antiguas y llevar un carro de la compra o un paraguas granate lo considera poco varonil (según conductas extrañas que le he observado).  Caían pocas gotas así que lo llevaba cerrado, cual bastón. Toda la calle lo llevaba